TRAS LA PARED
Ylse María Rincón


La acción mínima concentrada en los gestos:
Labios suaves posados en la oreja de él, haciendo murmullo juego de la lengua que se guarda tras ella.

Labios de sonrisa de niña, labios de un virgen, desechos tras mordiscos de la tentación, marcados en el cuello marrón de la piel que se pigmenta en violeta.

Besos en sus mejillas, labios en sus labios, corriendo hasta el cuello; donde tocan sus cabellos, hebras oscuras, la caricia de la mano que le hiere y cura.

Estiró la mano y se cayó desvaneciéndose en el espacio del sueño provocado por los ojos cerrados llenos de placer.

La acción para expresar un estado emotivo:
Aquí estoy yo, con las mejillas pálidas frente al espejo, como dos limpias hojas de papel humedecidas en la leche que se consume tras el púrpura de mi piel congelada; esta vez, que se levanta el sol en el horizonte.
El delineado de la mesa endulza mis enojos de tus acciones y tu egoísmo, despidiendo la oscuridad de la piel que me ha destrozado después de bailar toda la noche tras un enojo que hoy es acto cautivo.
No dudo, que tú eres aquel donde las olas de mi tempestad quedaron marcadas a las orillas de tu vientre tras la explosión de un grito de obstinación transfiguradas en el andar frío de una navaja del odio.
He dejado un mar de sangre en el blanco piso.

Una sucesión ininterrumpida y rápida de acciones que da lugar a una escena, un episodio o un cuento breve:
Te caes y te levantas.
Sale disparado de un balcón un zapato neurótico y perdido.
Te tropiezas con el filo de la pequeña mesa casándolo con el pequeño dedo de tu pie desnudo y frío, no hay espacio. Tocan la puerta, te enfureces pero das la vuelta agarras tu abrigo, y debajo de la silla consigues el par desaparecido. Bajas con él por el ascensor y en la entrada consigues el zapato volador. Ahora, tranquila los revientas en el piso de parejas entaconadas y embebidas con el alcohol.

La acción al servicio de la descripción:
Entro a un Bar.
Allí está Catalina, mujer blanca de delgada contextura y de cabellera negra; está sentada con un atrevido vestido color vino, en un gran sillón verde con guirnaldas un poco doradas, junto a la ventana que da hacia la calle, por donde pasa el reflejo frió de la luna llena, donde un farol lucha con mantener en vida al pequeño bombillo en su posesión.
Su tobillo izquierdo está adornado con un tatuaje de un Cisne Blanco; Catalina tiene cierta elegancia y una sonrisa de complacida ventura, seguida de un cigarrillo en su mano donde chocan algunos dijes que conforman una hermosa pulsera dorada. Su inocencia es mantenida bajo un brillo de su gloss.

No es una Marina, la de ojos azules y cabellera castaña; con su vestido de tiros verde menta y una delicada cinta en su torso a la altura de sus pechos, que canta poesía y rima sus labios con sus facciones de delicada religiosidad.


5. La acción como conductora de la mirada:
Jesús va entrando al cuarto; donde hay un plato con migas que está ubicado en una mesa condenada en la esquina, el silencio transporta a los dos vasos sentados casi en el borde hacia el precipicio del suelo.

El suelo de losas de colorido detalle, enmarcan la cama apenas alumbrada por la gran lámpara que irrumpe la armonía del otro rincón paralelo; mientras se posa en la cama, la calidez es expirada y es tomada como reflejo en el cuerpo ya allí posado.

Los cuerpos apenas separados exhalan palabras, la amante acaricia su cabello mientras el sonido de los sapos despide su concentración.
Ella se queda observando su pequeña languidez, fundida en el espacio.

6. La acción como consecuencia del diálogo:
-Madre ¿Es difícil vivir sin amor, sin cariño, en soledad acompañada?

-Y es más Marcela; aún cuando tienes la certeza de que no es algo pasajero sino una condición perpetua.
Tener que vivir con alguien a quien no amas; eso sólo se puede hacer por un amor muy grande: el de los hijos, pero aprendí y estoy aprendiendo que tengo otros caminos.
- Tampoco quiero que mis hijos me digan: gracias Mami; fuiste infeliz por nuestro bien. Cosa que de por si nunca dirán.
7. La acción detenida vinculada a la detención o a la repetición del tiempo:
¡Hombre de poca suerte, la noche siempre fue tu amiga! ¿De qué te quejas?
Los momentos contigo se fijaron en citas después de la media noche, volviendo tu deseo en la única guía de lo perdido en las horas y minutos inolvidables. Tras la mesa y bajo papeles compartidos, con la confianza de no caer en la torpe comunicación de las manecillas. En la luz de las bestias que se te han ido tras los recuerdos del vaso con vino que acompaña las lágrimas de tu reloj, y marca un simple tiempo que lentamente corría; hace todos los días de un verano.

8. El diálogo como refuerzo de la acción:
Hace un tiempo empecé a amotinarme. A dejar de creer en las porquerías que nos dicen aquellos que nos quieren: que no se puede tener todo en la vida, que la vida es así, que esto y que aquello.
Después de haberme repetido más de mil veces, la sugerencia de derrocar al “Dios de sus sueños” por un infante naufrago; rectificó en:

-Posiblemente lo que tú esperas que llegue no va a llegar, pero mientras que de los árboles caigan dulces lluvias floridas, estando posada en el banco junto a él, sueña todo lo posible.

Con la mirada un poco húmeda por la sorpresa
-he allí la esencia de ser humano, sé que hace daño tantas desilusiones, pero no quiero morir y ser casi un robot como me dio a mí la impresión de ti aquel día.

Y me despidió: Es que no quiero que mueras, al igual que tampoco quiero que te hagan daño; todo eso amarrado hasta el cuello con el tamaño de un anillo.

Me grita, mientras el traje rosa desaparece tras la puerta con la gran maleta marrón en mi mano derecha.

- ¡No necesito que me cuides!

9. Una acción principal determina el desarrollo de la historia y marca al personaje:
-Sólo fui un hombre que se alejó ante el miedo de la confesión amante y buscó las noches, las lunas y estrellas conocidas; ahora canto débil de lo que es y fue-

10. Una acción y la forma en que es recibida por el personaje da lugar a la presentación del mismo:
Una pequeña ingenua, que tiene palabras de ángel va hacia su caballero llena de aventuras, cubierta de pies a cabeza caminos de risas evadidas, tal cual como pintada a través de los rayos del amanecer. Pero sólo su pequeña nariz tropezó con la punta del lápiz; el deber ser de la hoja blanca teñida, no por tinta sino por un brote minúsculo de la presencia roja de sus venas, y la bestia de ella sale desgarrando su carne, derrotando al humano escritor, destrozando la vida y quedando yo en trisas del campo.

11. Comenzar un relato con una acción sorpresiva para abrir la expectativa del lector:
Sé que a ti no te gusta remover sucesos del pasado.
Lo sabes y todavía así estas aquí…me explicaste que solo había hermandad entre nos.
¡Nunca busqué ese querer!, aunque varias veces me redimí a ese sentimiento, a ese hecho y a esa realidad.
Lo he hecho por el bien mío y posiblemente por el tuyo, para mí eres alguien especial; sé que por modestia no lo consideraste, pero te lo hice observar aquella vez que te regale la navaja… “la navaja” en aquella época era símbolo, y sigue siendo símbolo; pero está vez de nuestra unión…
¡Ya no quiero vivir en pasado, ni estar atada a él!
Contigo siento que termino ese ciclo…tu aquí sepultado y con tu corazón arrancado, fuera del alcance de las cadenas ajenas a las mías.

-Era Marina la misma mujer que rechacé ayer, negando mi amor hacia ella y corriendo a brazos de Catalina.
El mismo código lunar bajo el ombligo en forma triangular...-

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